Dos de cada tres mujeres en el mundo han sufrido algún tipo de violencia sexual en su vida1.
Más de 15.000 casos de violencia sexual contra mujeres se presentan en el año en Colombia. Las más afectadas son niñas de 10 a 14 años y los familiares son los principales presuntos responsables, seguidos de la pareja o expareja y de amigos2.
La vivienda de la víctima es el lugar donde más se presentan estos hechos y llama la atención que la mayoría de las víctimas, pero también de los victimarios, tienen un bajo nivel educativo.
Aunque la violencia contra la mujer se observa en todos los grupos sociales, mujeres de clases sociales inferiores y de menor nivel educativo la refieren con mayor frecuencia que las mujeres de clases sociales superiores y mayor educación, según algunos estudios3.
Educarse para protegerse
Aunque la violencia sexual tiene sus orígenes en un orden social con desigualdad de género y en relaciones de poder entre hombres y mujeres, tener poca educación vuelve a las mujeres más vulnerables a ser víctimas de la pareja o de violencia sexual4.
Los estudios más consistentes muestran que la violencia sexual se explica por la interrelación entre factores de nivel individual, familiar, comunitario y sociocultural. Entre estos se ha hallado que niveles educativos más altos pueden proteger a las mujeres frente a la violencia sexual, como se demuestra en varios casos.
En Bolivia, Colombia y Perú, por ejemplo, a mayor nivel de escolaridad de las mujeres disminuye el riesgo de sufrir violencia sexual por una pareja íntima, según las Encuestas de Demografía y Salud, Endesa5.
Sin embargo en Haití y en la República Dominicana la violencia sexual por parejas íntimas ha sido más alta entre mujeres con algún grado de educación primaria, que en las que no tenían ninguno.
Pero esto puede explicarse porque cuando la condición social de las mujeres es muy baja como en estos países, la violencia del hombre puede no ser “necesaria” para imponer los roles tradicionales de género, según expertos6 La violencia contra las mujeres puede ser mayor cuando ellas buscan más oportunidades educativas y laborales y, por ende, empiezan a cuestionar los roles género.
Por otro lado, en un estudio realizado en Madrid, España, con 212 mujeres que sufrían o habían sufrido violencia por su pareja, se observó que la mayoría de ellas no tenían estudios primarios completos (43,4%).
Los efectos de la educación en los resultados de violencia se corroboraron a mayor escala en la macroencuesta de violencia contra la mujer, realizada en España en 2015 con 10.171 mujeres. Se encontró que la probabilidad de sufrir violencia física por parte de alguna pareja, se reduce a medida que asciende el nivel académico de las mujeres.
La OMS ya había comprobado en su estudio con 24.000 mujeres en 10 países, que a mayor nivel educativo de las mujeres, menor es el número de casos de violencia en su contra, en muchos entornos7.
En entornos urbanos de Brasil, Namibia, Perú, Tailandia y la República Unida de Tanzanía, el efecto protector de la educación parece empezar cuando la mujer cursa estudios más allá de la escuela secundaria.
Investigaciones anteriores habían sugerido que la educación tiene un efecto protector para la mujer, independiente de sus ingresos y su edad8-9.
Victimarios, sin educación
La falta de educación también genera victimarios. En investigaciones sobre los factores que aumentan el riesgo de que los hombres cometan actos de violencia sexual contra las mujeres se halló que la escasa educación de ellos es un factor determinante10.
Otros trabajos han mostrado que el riesgo de ser violentos es mayor en hombres que pertenecen a un nivel socioeconómico bajo, que tienen un menor nivel educativo, que son inmigrantes no adaptados y que viven en un entorno urbano11.
ONU Mujeres ha llamado la atención sobre la necesidad de garantizar educación secundaria completa para niñas y niños, como factor de protección contra la violencia para ellas, pero también para disminuir en ellos el riesgo de ser violentos.
La educación nos salva
El Banco Mundial ha catalogado la educación como el vehículo para poner fin a la violencia contra las mujeres12.
Las mujeres con un mayor nivel educativo parecen tener más posibilidades de elegir a su pareja, mayor capacidad para elegir entre casarse o no, y ser capaces de negociar mayor autonomía y control de los recursos dentro del matrimonio.
En el largo plazo, la falta de educación afecta las capacidades futuras de una mujer en su libertad de decidir librarse de relaciones domésticas abusivas.
Una niña educada puede manejar mejor sus bienes y sus finanzas, y tiene más probabilidades de tener acceso al crédito. Una niña sin educación es menos capaz de tomar decisiones propias sobre planificación familiar.
Las niñas escolarizadas pueden evitar otras formas de violencia y prácticas perjudiciales como la mutilación genital y el matrimonio precoz, así como contribuir a acabar con estas prácticas con sus hijas y las generaciones futuras.
Por ejemplo, en Mozambique, el 55 por ciento de las niñas que solo tienen estudios primarios contraen matrimonio antes de los 18 años, mientras que tan solo el 8 por ciento de las niñas con educación secundaria están casadas.
Además, estudios muestran que extender la formación de las niñas durante un año más puede aumentar sus ingresos futuros del orden del 10 al 20 por ciento.
VIOLENCIA SEXUAL
La violencia sexual es un grave problema en toda la región de Latinoamérica y el Caribe, no sólo de salud pública sino también de derechos humanos13.
La Organización Mundial de la Salud, OMS, define violencia sexual como “todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación de ésta con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo”.
A esto se suma que las víctimas de agresiones sexuales tienen alto riesgo de sufrir trastornos por Estrés Postraumático, aún mucho más que otras víctimas como excombatientes de guerra, supervivientes de campos de concentración, de accidentes, de desastres naturales y otros, según estudios de expertos.14
Fuentes:
1Datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas, UNFPA, 2014.
2Datos del Instituto de Medicina Legal, 2016.
3Tuesca R, Borda M. Violencia física marital en Barranquilla (Colombia): prevalencia y factores de riesgo. Gac Sanit 2003.
4Organización Mundial de la Salud, OMS. Violencia contra la mujer: violencia de pareja y violencia sexual contra la mujer. Nota descriptiva, noviembre, 2016.
5Contreras, J. M.; Bott, S.; Guedes, A.; Dartnall, E. (2010) Violencia sexual en Latinoamérica y el Caribe: análisis de datos secundarios. Iniciativa de Investigación sobre la Violencia Sexual.
6Jewkes, R. (2002). “Intimate partner violence: Causes and prevention”. The Lancet. Vol. 359. Pp. 1423-1429
7Organización Mundial de la Salud, OMS (2005) Género y salud de la mujer. Estudio multipaís sobre salud de la mujer y violencia doméstica contra la mujer.
8Jones A et al. Annual and lifetime prevalence of partner abuse in a sample of female HMO enrollees. Women’s Health Issues, 1999, 9:295–305.
9Tjaden P, Thoennes N. Extent, nature and consequences of intimate partner violence: findings from the National Violence Against Women Survey. Washington, DC, National Institute of Justice, Centers for Disease Control and Prevention, 2000.
10Organización Mundial de la Salud, OMS. Violencia contra la mujer: violencia de pareja y violencia sexual contra la mujer. Nota descriptiva N°. 239. Ginebra, 2011.
11Rennison, C.M y Welchans, S. (2000). Intimate partner violence. Washington, DC: NCJ 178247
12 Banco Mundial (2015). La educación como vehículo para poner fin a la violencia contra las mujeres.
13Datos del Observatorio de Violencia Sexual de la CEPAL.
14Estudio de la American Psychological Association, APA, 1994.