Myriam de Roa La mamá del soldado

El 3 de agosto de 1998 las Farc se tomaron el pueblo de Miraflores en el Guaviare. Allí estaba prestando guardia el soldado Jairo René Roa, el hijo de Myriam. El 7 de agosto, cuando se supo bien la noticia y lo sucedido, Myriam y su esposo “descansaron” pues por fin les confirmaron, que su hijo no estaba muerto, sino que lo había secuestrado la guerrilla.

Myriam emprendió la búsqueda para obtener noticias de su hijo. Visitó a todos los heridos que llegaban de Miraflores a los centros asistenciales en Bogotá y les preguntaba por la suerte de Jairo René.

Jairo René era el segundo de los tres hijos de Myriam. Se había enlistado en el Ejército hacía poco más de un año, a pesar de los ruegos de su mamá para que no se fuera y mejor estudiara. Ese mismo día se lo habían llevado a San José del Guaviare.

La última vez que lo vio fue en febrero de 1998 cuando pasó 15 días en su casa de Bogotá. A Jairo René, dice, le gustaba el cuartel.

Poco después de la toma de Miraflores las Farc confirmaron que tenían secuestrados varios soldados. Pero solo cinco meses más tarde Myriam tuvo noticias directas de su hijo: una carta y una foto.

Solo un año después del secuestro la guerrilla llamó a las madres de los soldados del Caguán. Myriam viajó hasta allá. El mensaje para ellas fue que debían “acosar· al Gobierno, pero no pudieron ver a sus hijos. Eso la destrozó.

En junio de 2000, volvieron al Caguán y la guerrilla les dijo lo mismo: Que el Gobierno no quería hacer nada. Myriam, junto con las demás madres de los soldados secuestrados movieron cielo y tierra para gestionar con el Gobierno que se agilizaran las negociaciones para la liberación de los soldados. Solo después de un sinnúmero de derechos de petición de las madres y de videos con los muchachos presos, el Presidente las recibió.

Myriam siente que el Gobierno la rechazó a ella y a las demás madres de los soldados secuestrados que estaban sirviendo al país. Que se tomaba en serio a otro tipo de secuestrados pero no a los soldados. Myriam no hizo más que llorar, llena de rabia y tristeza con lo sucedido, por los 527 soldados y policías secuestrados, que como su hijo, no habían regresado aún a casa.
 

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