En su familia habían varios militares, empezando por su papá: El coronel Eduardo Leongómez Leyva, que fue jefe de la Casa Militar de Palacio y edecán de los presidentes Enrique Olaya, Alfonso López y Eduardo Santos. Varios parientes suyos pertenecían a las fuerzas militares o al Gobierno. También emparentaba con civiles importantes y hasta con presidentes. Margot era la mayor de siete hijos, de una familia con un padre liberal y una madre conservadora. En su juventud vivió en varios países por cuenta del trabajo militar de su padre. Estudió su bachillerato con monjas en Bogotá y luego estudió psicología en Estados Unidos. Ella misma dice que tuvo muchos novios, todos muy “lindos”. A varios de ellos los dejó porque quisieron decirle lo que tenía que hacer, cómo vestirse o maquillarse y ella eso no se lo permitiría a ningún hombre. Pero fue estando en Cartagena con su familia cuando conoció a Juan Antonio Pizarro, capitán de corbeta. Fue amor a primera vista. De “Johny” como lo llamaba, le gustó todo, especialmente que le hubiera tocado seducirlo. Su único defecto, dice, es que era duro del bolsillo. Pero su amor era fuerte y lo podía sentir en todo. Se casaron el 20 de agosto de 1947. Tuvieron cuatro hijos: Hernando, Juan Eduardo, Carlos y Nina. Fue matrimonio muy feliz que duró hasta 1982, pues en 1976 le diagnosticaron a Johny cáncer de próstata que pronto le hizo metástasis en los huesos y falleció por esa causa. Luego de la caída del General Rojas Pinilla, Johny se retiró de la Armada. Margot y él se fueron a vivir a Cali. Consiguieron una finca en la localidad de Dapa y “el almirante” trabajó con los campesinos de la zona. Los tres hijos mayores se fueron a estudiar Derecho. A Carlos y a Eduardo los expulsaron de la Universidad Javeriana por revoltosos. Finalmente ingresaron a la Universidad Nacional, uno a Derecho y el otro a Sociología. Hernando estudió en Cali Ciencias Humanas y Nina se fue a París a estudiar Sociología, pero no terminó y regresó tiempo después a Cali. Juan Antonio fue el primero que ingresó a la Juco y convenció a los otros de ingresar al movimiento. Fue el único de los hijos de Margot que nunca estuvo preso. Ella recuerda que hubo un momento en que todos sus hijos estuvieron involucrados con fuerzas de izquierda: Juan Antonio y Eduardo en la Juco, Hernando en las Farc, y Carlos y Nina en el M-19. Margot y Johny no lo sabían. Margot recuerda que Carlos tenía una gran preocupación social. Conoció a Jaime Bateman que estaba en las Farc y lo convenció de irse a la Guerrilla. Carlos se fue con la ilusión de poder hacer algo por el país. Luego desertó de las Farc y junto con Bateman fundaron el M-19. Carlos se llevó con él a Nina a la organización. Margot y Johny no sabían que sus hijos eran parte de este movimiento.
Un día Margot se enteró de que habían apresado a su hija Nina por el robo de unas armas al Ejército. Nina estaba embarazada. Finalmente Margot se quedó con Alejandra, la niña de Nina. Era su tabla de salvación. Por esos días Johny estaba para morirse. Margot tenía que ver a sus hijos encarcelados y soportar los interrogatorios frecuentes del Ejército. Ella lloraba en silencio y a escondidas para que Alejandra no la viera nunca triste. Sufría por la situación de sus hijos y la salud de su esposo. En septiembre de 1979 Margot supo que capturaron de nuevo a Carlos, esta vez con Myriam, su esposa de ese entonces. Carlos tuvo ocho mujeres y cuatro hijos. Cuando fue a verlo preso lo encontró físicamente peor que su esposo agonizante. A Nina la habían tratado bien durante su captura, tal vez por su embarazo, pero no pasó lo mismo con Carlos. Ella sentía dolor y mucha rabia, pero recordaba las palabras que Johny les decía a sus hijos con frecuencia “quien comete un delito algún día debe pagar por ello”. Él les advertía que las torturas iban a ser un riesgo que corrían por querer jugar a la guerra. Carlos escribió algunas cartas de despedida a su papá desde su reclusión en la cárcel de La Picota. El día de la muerte de Johny, Margot le rondaban sentimientos de alegría y dolor. Alegría de saber que Johny terminaba el suplicio de la enfermedad y la tristeza de ver la vida que llevaban sus hijos -él nunca estuvo de acuerdo con que ellos estuvieran en los movimientos guerrilleros, pero siempre respetó sus decisiones-; y al mismo tiempo sentía mucho dolor porque lo amaba y lo iba a extrañar. Después de la muerte de su esposo, Margot se fue a Miami a la casa de su hermana. Se llevó a Alejandra y a María José, una de las niñas de su hijo Carlos y de Myriam, a la que habían amenazado. Poco tiempo después le llegaría también a su cuidado, Jacobo, el niño de su otro hijo, Hernando. Margot no sabía que Hernando pertenecía a la guerrilla. Un día lo capturaron y también fue a la cárcel de La Picota, donde también estaban recluidos sus hermanos Nina y Carlos. Margot visitó la cárcel a menudo para llevar sus nietos a los padres. Regresó a Cali y luchó con la frente en alto y llena de dignidad, contra los perjuicios y el rechazo de la sociedad caleña. Al poco tiempo Margot sufrió de nuevo el dolor de ver a sus tres hijos otra vez en la guerra. Por una amnistía que el Gobierno había concedido a presos políticos, Nina, Carlos y Hernando salieron de la cárcel, pero siguieron en la guerrilla. Meses después Nina se le escapó a Carlos y desertó de la guerrilla del M-19. Margot decidió irse con ella y sus dos nietas a París. Desde allá conoció las noticias de la toma del Palacio de Justicia y la masacre de Tacueyó. Ella y Nina estaban devastadas por estos hechos.
Cuando Carlos llegó a ser el Comandante General del M-19 contactó a Margot en Paris y le anunció que firmaría la paz. En abril de 1990 el comandante Carlos salió hacia Cartagena decidido a firmar un acuerdo de paz con el Gobierno, pero un sicario le disparó en pleno vuelo. El dolor la consumió. A su otro hijo, Hernando, también lo asesinaron a los tres años de la muerte de Carlos.
Margot dice que ha aguantado todo eso porque así es el amor de madre. Piensa que lo mejor de su hogar fue el respeto por sus hijos y la unión familiar. Hubiera querido que las cosas en su familia fueran distintas y pide perdón a Dios por el dolor que las acciones de sus hijos les hubiera causado a otras mamás del país. |